Decorar es un arte. Es vestir un ambiente o una casa de acuerdo a la personalidad y las necesidades de los usuarios. Es un lenguaje palpable y contundente de formas y colores que juegan en una ordenación de espacios.
Si quieres conocer a una persona, entra en su casa y obsérvala, mira los muebles, los cuadros, las luces, los colores, el orden o desorden… la distribución de espacios… la ambientación… el clima y sensaciones que te provoca.
A la hora de decorar, existen varios factores importantes a considerar:
* Aprovechar la estructura básica con que cuenta la vivienda para lograr un buen diseño.
* Conocimiento y buen gusto en la elección y combinación de los colores, de los muebles, los textiles y texturas.
* Correcta distribución de muebles considerando la ergonomía y capacidad necesaria.
* Aprovechamiento de la iluminación y ventilación naturales.
* Iluminación artificial: elección y ubicación de la iluminación general y de la dirigida o focalizada que determinan diferentes efectos y sensaciones.
Una buena decoración es aquella que no solo es agradable a la vista sino que satisface las necesidades de cada uno de los usuarios y permite una vida sana, ordenada y confortable.
En la decoración juega un papel preponderante la armonía lograda entre materiales y formas y la combinación de estilos diferentes.
La decoración, para cumplir su objetivo, debe:
1. Reflejar la personalidad de los habitantes de la casa.
2. Lograr armonía entre estilos elegidos sin dar lugar a disonancias con el estilo arquitectónico de la vivienda.
3. Crear espacios funcionales y de fácil uso.
4. Generar un ámbito confortable, cálido y que transmita bienestar.
5. Ofrecer la luz necesaria para cada actividad, ya sea diurna o nocturna y para crear climas.
Si viajamos en el tiempo y vemos las decoraciones de principios del siglo XX, veremos cuanto han cambiado; que no son como las decoraciones que aparecieron cincuenta años después, diferentes también a la decoración en boga en estos años del siglo XXI.
A medida que ha ido corriendo el tiempo, el hombre ha prescindido cada vez más de objetos y adornos, tendiendo a lograr ambientes mejor iluminados, mas pulcros, ordenados y despojados de elementos superfluos. Esta tendencia al minimalismo, por ejemplo, evoca la simplicidad y sencillez de la casa japonesa. Este concepto de economía y sencillez acompaña un estilo de vida diametralmente opuesto al expuesto en las manifestaciones del barroco o del art noveau. El tiempo parece más corto, la vida agitada exige una casa cómoda y funcional pero despojada de adornos abigarrados. “Menos es más”, como diría Mies van der Rohe, arquitecto de mediados del siglo XX, innovador en la conformación de espacios luminosos y acristalados, de la horizontalidad austera y de severas líneas rectas.
También hemos de considerar la aparición de la industrialización y la construcción en serie, que han permitido la reducción en los costos y por ello, permite que mayor cantidad de personas puedan acceder a un estilo de vida provisto de mayor confort. Hace 200 años muy pocos eran los privilegiados que vivían en ambientes decorados.